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Érase una vez...

La imperiosa llamada

 

          Cada mañana Alex cogía la flamante sillita que le trajeron los Reyes , la arrimaba al mueble bar y se encaramaba para pasar un tiempo incontable viendo el ir y venir de Pipo.  Su rutilante pez de colores.

 

          Pipo se movía entre las algas que decoraban el fondo de la pecera luciendo su cuerpo de listas verticales de distinto grosor, las naranjas intensas y las blancas impolutas; como buen pez payaso que era nadaba con especial gracejo y su agilidad divertía a Alex, que daba golpecitos en el cristal para obligar a Pipo a voltearse.   Alex se sentía como el capitán de un submarino e inventaba aventuras mientras perdía su mirada en pos del pececillo y Pipo parecía adivinar su juego pues se movía acompañando la imaginación del niño.

 

          Aquella mañana, como todas, Alex se encaramo para jugar su juego preferido, pero la pecera estaba vacía, sus cinco años de existencia pasaron del desconcierto al llanto desconsolado.    Su padre acudió para limpiarle las lágrimas, le sentó en sus rodillas y le envolvió con su voz sugerente, así supo Alex que Pipo había tenido que marchar, había crecido y había sentido la llamada del amor en todas sus escamas; no regresaría hasta haber hallado a aquella que le había inyectado aquel dulce elixir.    Alex no sabía qué era el amor, pero se consoló pensando que un día Pipo regresaría.

 

         Pasaron muchas mañanas de soledad para Alex que sentía su submarino navegar a la deriva.  Hasta que Pipo regresó, los ojos de Alex brillaron antes aún de arrimar su sillita, allí estaba su amigo nadando para él de nuevo.  Al acercarse se sorprendió, algo le había pasado a Pipo, su cuerpo había crecido y en vez de las antiguas rayas blancas, sólo una mancha negra alteraba el perfecto naranja que le cubría ahora.   Pero lo que más admiró a Alex fueron los ojos de Pipo, que ahora aparecían irisados de una azul intenso que antes no tenían.  Así supo Alex que, fuera lo que fuese el amor, tenía que ser algo muy bueno si hacía posible una transformación tan bonita.  Decidió que nunca se negaría a escuchar aquella imperiosa llamada.

 martes, 29 de agosto de 2006     

1 comentario

Anónimo -

Me gusta, el amor siempre llama.