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Érase una vez...

Tapas bar

— Cris...

— ¿Me puede cobrar?

— Cris... Cris...  ¿Me habéis cerrado la ochenta y cinco?

— Cris...  una Coca Cola de lata.

— Cris... el café de la cuarenta y seis.

— Criiiiiiiiis... ¡La ochenta y cinco!

— Cris...  Esa tapa de bravas. 

           Con su corto nombre, ella es imprescindible.   Su acento ruso y su figura de matriusca  son el alma de la barra.

           Igual que permanece firme su cola alta y abombada, ella nunca pierde la calma.   Ese bar con terraza que se inunda cada mediodía  tiene a Cris como arbitro que penaliza el estrés y va despacio para atender bien la prisa.   Su eterno sonreír alivia a los clientes de sus cargas.  Cris desde su exilio voluntario tiñe de esperanza el mediodía. 

— Una cortado con café descafeinado de máquina y la leche tibia, se me hace tarde.

— Cris.. Dos menús completos y uno infantil para la ochenta y dos.

— Cris... ¿Y los cafés de la sesenta?

— Cris... Una de rusa y unas albóndigas para la veitiséis.

— Criiiiiiiis... ¡Me falta una caña!.

— Cris... 

 martes, 29 de agosto de 2006

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