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Érase una vez...

Camino del agua

      Aquellos veinticuatro años habían arrinconado su libido contra las cuerdas.  Gloria descubrió que Eduardo, el poeta de la calle, ya no era el mismo, mientras ella hacía su consabido paseo ritual para conjurar  su último desamor.  Gloria, que había recibido una insinuación galante de Eduardo cuando ella vestía de corto sus dieciocho recién estrenados.       La falda de Gloria se había ido alargando conforme aumentaba su edad, pero ella seguía sintiéndose atractiva, después de todo  continuaba usando la misma talla que a los dieciocho, ahora, que ya pasaba dos de los cuarenta.  Y, sobre todo, conservaba el mismo ánimo.   Gloria se sentía feliz de vivir en una ciudad que posee un paseo mágico, porque mágicas tenían que ser Las Ramblas cuando uno se puede sentir turista por el precio de un billete de metro.  Sí, incluso en sus purificaciones contra el desamor, Gloria se dejaba embobar mirando periquitos y peces de colores; lanzaba guiños a las “esculturas” vivientes por ver si perdían su concentración, esa tarde misma había arrancado una media sonrisa a una “estatua de la libertad”; perdía la mirada en los puestos de flores eligiendo mentalmente el ramo que le agradaría recibir por sorpresa; y seguía empeñada en contar los cristales de colores del rótulo de la Boquería y en contar las teselas del mosaico de Miró.   Eduardo ya no  veía  aquello, simplemente se había resignado a ser parte de ese paisaje urbano. 

       Eduardo se sentía cansado, siempre era lo mismo: transeúntes ociosos se detenían ante su tenderete, leían un poco y dejaban sus libros para irse a comprar un ramo en la Rambla de las Flores o unas barritas de sándalo en los puestos de la Rambla de Santa Mónica.  Estaba también cansado de las celebraciones en su tramo, la Rambla de Canaletas, casi lamentaba haber bebido de esa fuente porque quizás de no haberlo hecho ya habría regresado a su Buenos Aires natal en vez de soportar frío y calor entre la algarabía de festejantes.  Eduardo ya no tenía equipo ni militancia y aquellas manifestaciones le dejaban una impresión de ridículo y vacío.

     Gloria tampoco había celebrado la última liga, a ella ya no le interesaba el fútbol, ni siquiera había visto las imágenes de los destrozos en los telediarios.   Seguía sus propios ritos, ajena a sus conciudadanos.  Eduardo también era ajeno a las celebraciones, pero ya ni siquiera creía en rutas propias, se limitaba a caminar los pocos metros desde la calle Hospital hasta la calle Tallers para plantar su puesto con más pena que gloria.   Gloria descubría novedades en sus miradas a lugares antiguos, era miope, pero sostenía la idea romántica de que su visión borrosa convertía el mundo en pinturas propias del pincel de Leonardo.   Eduardo también era miope, pero no había hecho de su deficiencia visual un algo poético, incapaz de ver a lo lejos, su mirada se había vuelto hacia adentro, por eso sólo daba conversación por rutina; cargaba con su cortedad de vista y sus charlas ocasionales con la misma paciencia con la que cargaba con sus paquetes de libros y sus bártulos para apenas vender nada.  Las mágicas ramblas de Gloria no existían para Eduardo.       Hacía veinticuatro años que las miradas de Gloria y Eduardo no se cruzaban, aunque él no había faltado a su puesto ni en los días de lluvia y ella había perdido la cuenta de los desamores vividos y conjurados en aquel paseo. A Gloria le asustó lo que vio en los ojos de Eduardo: una vida rota en su perderse en sueños no cumplidos, una mirada anciana que ya no respondía a la sonrisa de ella, simplemente ni la veía aunque posase los ojos en ella.  Se asustó porque Gloria no quería marchitarse en una acera por especial que ésta fuese; mecánicamente buscó esas gafas que siempre llevaba en su bolso por si se terciaba ver una película subtitulada y se las puso.  Se andaría con vista desde ahora, no fuese que también los sueños rotos marchitasen su sensibilidad antes de tiempo. lunes, 08 de mayo de 2006 

5 comentarios

Mon -

Hola, guapa. Gracias por todo, incluida la visita a mí bitácora ;)

El programa lo emiten, según parece unos días en catalán y otros en castellano, el mío será en castellano, puesto que el cuento que van a leer es precisamente éste bajo el que charlamos.

Os tendré informados, descuida, y a poco que pueda os hago publicidad ;)

Besazos,

Mon

bankart -

¡campeeeeoooonaa, caaaampeeeeooonaaaaa...! ¡Felicidades! :-)

Que el enlace si se abre,mon, lo tengo abieto ahora mismito. Te digo como el capi, que lo recuerdes llegada la fecha porque de lo contrario lo olvidaremos y no podremos llamarte, por cierto, ¿en qué lengua será contado? (eso es importante eh?)
Nos leemos.

Mon -

Jajajaja. Me di cuenta, pero no sé cómo narices reeditar el comentario. La informática y yo estamos reñidas.

Gracias por pasarte por aquí.

Tejemaneje -

Este primer comentario en la bitácora lo utilizo de manera poco constructiva para corregirte un despiste en el texto que sale a la izda. Dice "...prolpósito es ecribir..." Para que veas que me lo leo todo.

Anónimo -

una historia completa en algo mas breve q un paseo.sigue asi. Mnlo.