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Érase una vez...

Gira el mundo, gira

 
 
 

¡Hola! Hola. Buenas noches.  ¡Buenas noches! Horrible.  Como que me llamo Leticia que se nota forzado de todas las maneras. ¿Por qué narices pondrán luz de fluorescente en todos los lavabos públicos?, ¿nadie ha reparado en lo poco favorecedores que son?


 

Respira hondo, Leticia.   A ver repasemos: jersey lila, falda negra,  medias negras con una lista lila, zapatos negros de medio tacón, torera burdeos. ¡Ay! No sé, sí, combinar combina, pero...¿No se me habrá pasado la edad?   Hubiese sido mejor llevar los zapatos burdeos, son más planitos...  No, no, entonces el problema habría sido el bolso.   “Perdona, ¿voy muy maquillada?” Que no se nota, claro ella va pintada como un loro, qué me va a decir.  “Mejor coleta, ¿verdad?”; “Ya, pero tú lo llevas bien, yo no lo llevo suficientemente liso”.  ¿Qué se habrá pensado?  Como si yo necesitase parecer más joven, vale que ya haya dejado el dos atrás, pero con treinta no soy un vejestorio.  Sí, me hago mayor.  “Tengo una cita, ¿sabes? ¡una cita a ciegas!”.   Sí, ya hace bien en desearme suerte.   No sé por qué le he hecho caso a Laura, tampoco estoy llevando tan mal la ruptura al fin y al cabo.   Además fue ella la que se registró en meetic, a mí esto de los anuncios por palabras siempre me ha parecido un  recurso para inseguros e indecisos.   Si, Lorenzo se enterase me mataba. ¡Bah! ¿Por qué tienes que acordarte de él ahora? ¿No te acabas de decir que llevas bien la ruptura? Borrón y cuenta nueva, Leticia, tampoco tiene que salir nada de esta noche.  Total también es ingeniero informático, podría volver a ser más de lo mismo: demasiado camuflaje racional para los sentimientos. ¡Ostras! Faltan veinte minutos.  Joer, Leticia, no puedes llegar tarde,¡si tus alumnos supieran lo mal hablada que eres!   Hablar, eso, ¿de qué vamos a hablar?   Del trabajo prohibido, ni del mío ni del suyo; me suelta un rollito tipo, “pues sí, llevo una sección con cinco hombres a mi  cargo”, finamente finjo dolor de cabeza  y me largo, vamos que sí, ¡como que me llamo Leticia!.  En fin, que salga el sol por Antequera, el taxi ya está en la puerta.


“Valencia 286.  Sí, entre Paseo de Gracia y Pau Claris”.   ¿Es esto? ¿Les gens que j’aime?  Que graciosilla es Laura. ¡ Rediós! si no se ve ni torta, ¿para eso tanto arreglarme?   Y encima tener que llevar este estúpido tulipán amarillo, con lo que yo odio ese color.  ¿Y ahora qué?   Si escojo un asiento en la zona de los sofás parecerá que voy a la desesperada, y si me pongo en una mesa con sillas, parecerá que ya pongo barreras de entrada.  Venga, Leticia, que no se diga, aunque te miren todos los que están en ella, aposéntate en la barra y que escoja él.   Guapo y simpático no sé si lo será, pero ya me podía haber advertido Laura que no se definía por la puntualidad.  ¿Por qué serán tan babosos todos los tíos que se ponen en la barra?    Le doy diez minutos, si no llega me largo.
 
Menos mal que ya empiezo a ver algo y que está bueno el orujo.   ¿Veo bien?
Joer, sí, el tipo se ha ido a poner en la parte más oscura, o sea que lo del amarillo tenía sentido después de todo, si no ni le veo.  ¿Y he de ir yo? ¡Hombres!  “ Buenas noches,  bonito tulip...”; “Debiste enviar foto a la mierda esa, me habrías ahorrado una irritación”.  Lo que yo decía para enfermos, no me lo esperaba de él.  “No, no puedes explicarme nada, porque yo me largo”. “Repíteme eso, ¿Laura te aconsejó que te registrases? ¿Y tú eras el que presumía de independiente?”.  Laura se va a enterar, ojalá existiese la Inquisición y la quemasen por alcahueta.   ¡Ayyyyyyyyyy! Diez minutos, no más.  “¿Y tenías que fastidiarme con el color amarillo? ¿Eso es lo que entiendes por empezar bien?”.  Color mimosa, color mimosa, sí ya sé que yo inventé eso para justificar mi gusto por esas flores, pero tendrá que agudizar un poco más el ingenio si pretende algo de mí. 
 
 ¡Ufffff!  ¡Que odioso silencio!   Se ha adelgazado, incluso diría que hace mala cara, si se la pudiera ver bien, claro. ¿Y éste qué? ¿Ahora me viene con esas? Peor para él si me echa de menos, lo prefiero a echarle yo de más  “No, lamento decirte que estoy demasiado ocupada como para darme cuenta de que no estás. ¡Ah! Y no vuelvas a pedir perdón, ya nos dijimos todo lo que teníamos que decir”.  Leticia, sé cabal, los diez minutos han pasado. “En fin, yo me pago lo mío.  Ah, y te dejo mi tulipán, igual te ayuda a ligar esta noche.  Como comprenderás no ha sido un placer”.   Que bruta soy, tampoco hacía falta herirle, esa cara de pócker nunca me ha engañado.  ¡Dios!  ¿tenía que sonar esta canción?   No le mires, Leticia, ahora no, no, no... sí.  Me lo temía, me está mirando a los ojos, siempre lo ha hecho así cuando ha pretendido ablandarme.  No lo conseguirá, aunque... Sí, tengo que reconocerlo nadie me ha mirado nunca igual, es como si con esa mirada me comprendiese entera.  “Está bien, me quedo a escucharla junto a ti.   Pues... otro orujo”.   Que rima con lujo, aún recuerdo cuando Laura me decía que tener a un hombre como Lorenzo es todo un lujo.
 
“No, no es verdad, me subí a la mesa de la sala de profes porque acaba de ver El club de los poetas muertos y no fingí, después no sabía bajarme”.    Control, Leticia, el orujo, la canción y esa maldita buena memoria de Lorenzo ya han hecho que se te escape una sonrisa.  Además me conoce bien, sabe que perderme en evocaciones siempre ha sido una de mis debilidades.  ¡Jo, hasta rompo los cigarrillos! Y es que el muy ladino conoce todos mis puntos flacos, me atacará por el lado del humor.  La verdad es que me hizo reír tantas veces y con tantas ganas, ¡ay!  Venga, ánimo, tu mejor mohín de fastidio, que entienda que estás incómoda y te quieres marchar.   “Jajaja,  no, no me han picado las pulgas, los ácaros sí deben de pulular a miles, además, creo que a este local le van mejor las chinches, me parece que son más chuponas”.  Leti, Leti, ¿qué estás haciendo?  Seguro que ya se te ha puesto esa expresión pícara que tanto le gustaba, y te estás riendo, mantén la calma eso fue lo que te enamoró de Lorenzo, sus constantes ironías, sus constantes chanzas, ese darle otra vuelta de tuerca a las cosas.  Venga, urge levantarse y marchar.
 
Golpe bajo, pero fue él quien me plantó, y ahora apela a mi malestar de aquel día para retenerme. ¡Lo lleva claro!   Ánimo, Leticia, mira que cerca está la puerta, y no, no dejes que te invite.  Tápate los oídos, no le escuches, sólo es un canto de sirena.   “No, Lorenzo, tú tienes alma de gato y yo me cansé de tu juego.  Ahora te dejas ir, pero cuando te necesitase me volverías a fallar.”   Esa mente científica que le hace analizar tan bien las cosas, y además  tiene razón: yo sé que es demasiado sensible y que por eso levanta tantos muros.   ¡Jooooooooerrrrrr! ¡¿Pero qué pasa en este bar?! ¡¿Sólo tiene un disco?!   Ya está sonando otra vez.  Te va a besar, ¿no lo ves venir? ¡¡Levántate!!    Nada, me he convertido en estatua de sal y él va a lamerme entera.  “Todo da vueltas, Lorenzo.  Será el oru...”  ¡Qué dulces son sus besos!  “¿Recuerdas? Siempre dijiste que yo era tu fierecilla predilecta.  Lorenzo, esto es una locu...”
 
En lo que queda de noche mi boca quedará sellada por sus besos y mis risas al servicio de sus ironías.  ¡En fin!  Que rescaten a Laura del la fuego,  ¡y que salga el sol por Antequera!
 
martes, 25 de abril de 2006
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 

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